En los primeros meses de vida, el recién nacido conoce el mundo a través de los sentidos: vista, oído, tacto y olfato. No se necesitan estímulos especiales: la cara, la voz y las rutinas repetidas generan confianza. Para apoyar su vista, muestre objetos de alto contraste (blanco y negro o colores claros) a una distancia de entre 20 y 30 cm: esta es la distancia a la que ve mejor. Acerque su rostro al suyo mientras le habla: los recién nacidos se sienten atraídos por los rasgos faciales humanos y pronto aprenden a reconocerlos. Su voz es el sonido más tranquilizador: habla, canta, responde a sus vocalizaciones. El ritmo y la alternancia entre «voz y respuesta» le ayudan a entender que la comunicación es un intercambio mutuo. Evite los ruidos fuertes o repentinos: los sonidos constantes y familiares (voz, agua, latidos del corazón) lo ayudan a calmarse. Las actividades repetitivas (una canción, una canción de cuna) crean previsibilidad y seguridad.