En las primeras 2 a 12 semanas de vida, muchos recién nacidos experimentan momentos de llanto repentino, prolongado e inconsolable. Por lo general, se denominan «cólicos», pero no hay pruebas claras de que sean causados por dolor de estómago: es más bien una forma de describir el llanto nocturno intenso. Cuando llora, el recién nacido activa todo el cuerpo: se pone rígido, se ruboriza, tira de las piernas, expulsa aire. Estos episodios son temporales y tienden a disminuir espontáneamente hacia el cuarto mes. No indican un problema o un error por su parte: son un paso normal en la adaptación a la vida fuera del útero.
El llanto nocturno a menudo aparece cuando el recién nacido está cansado o sobreestimulado: después de un día lleno de luces, sonidos y contactos, necesita «descargar». Mientras coma, crezca, descargue bien y se calme entre episodios, no es señal de malestar grave. Si, por otro lado, aparecen nuevos síntomas (fiebre, vómitos persistentes, dificultad para alimentarse, letargo), es bueno avisar al pediatra para descartar otras causas.