En los primeros meses todo es nuevo: para el recién nacido, pero también para los padres. El llanto, el sueño irregular y la alimentación frecuente son parte de su crecimiento, no señales de que esté haciendo algo mal. Durante la alimentación, el contacto y la mirada generan confianza. Crea rutinas de sueño sencillas y ponlas siempre boca arriba, sobre una superficie dura, como recomiendan los pediatras. El llanto no es más que el primer idioma del recién nacido: puede indicar hambre, sueño, necesidad de contacto o malestar. Es recomendable mantener un tono tranquilo, acunarlo, ofrecerle el pecho o el biberón si es el momento. Si el llanto no se calma y se producen molestias, lo mejor es dejar al recién nacido en un lugar seguro y pedir ayuda: nunca lo sacudas, podría causarle graves daños.
Cada niño encuentra su propio ritmo y el padre su propia manera de acompañarlo. Si hay algo que te preocupa, habla con el pediatra o con el consultorio. Escuchar, observar, tomarse un tiempo y pedir ayuda son gestos de cuidado, no de debilidad.