En los primeros tres años, la mente de los niños crece de manera extraordinaria, y la guardería puede ser un contexto valioso para acompañar este desarrollo. Aquí encuentran espacios seguros, adultos y compañeros preparados para explorar con ellos. Para quienes se preocupan, es un recurso concreto: genera aliento, apoyo y alianzas educativas en una fase intensa de la vida familiar. Por lo tanto, la guardería no es simplemente un lugar del que los niños deben salir porque trabajan: es un espacio diseñado para promover la seguridad, la autonomía y el descubrimiento. La presencia constante de educadores nos permite observar al niño, responder a sus necesidades y compartir ideas, estrategias y pequeñas sugerencias con las familias, útiles incluso en casa.
En la guardería crecemos juntos: niños, padres y comunidades. Las rutinas proporcionan ritmo, los espacios fomentan la curiosidad y el movimiento, y la presencia de educadores capacitados acompaña el desarrollo emocional y relacional. Para las familias, la guardería es una aliada: reduce el aislamiento, crea redes entre los padres y apoya la igualdad en el trabajo de cuidado. Las investigaciones muestran que asistir a los servicios educativos de 0 a 3 años promueve habilidades sólidas al ingresar a la escuela y relaciones más seguras a lo largo del tiempo. Para la comunidad, es una inversión: reduce las desigualdades, fortalece las redes entre los padres y hace que las ciudades sean más acogedoras.